La filosofía y la poesía son dos formas de atender a la realidad, en eso se parecen y es un parecido importante. Lo que pertenece a otra especie totalmente diferente de función del discurso es la narración, la ficción. El discurso filosófico, como el poético, no contiene temporalidad; ambos pretenden expresar algo que ven en una sola mirada, algo que puede presentarse en una sola figura; tan compleja (o incompleta) como se quiera, pero una y actual. Pero la narración no es la visión de algo, de uno o varios objetos, o de un mundo. La narración reproduce justamente lo que la filosofía y la poesía pueden tematizar pero no mostrar: el tiempo.
Y las cosas que se presentan en sucesión ya no se dejan reducir a un esquema. Una sucesión no es un conjunto de objetos, ni una estructura, ni un mundo. Una narración auténtica no se resume en una moraleja, pues en ese caso sería un ejemplo, una ilustración. El orden de la narración tiene su propia naturaleza, como el orden de la música tiene una naturaleza distinta a la de las artes plásticas. Si la poesía y la filosofía tienen que ver con la intención de conocer, la pregunta es a qué intención corresponde el instinto de narrar.
La narración
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Homo philosophicus
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