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Progreso y progresistas

El término "progreso" se presta a confusión por dos causas, una relativa a su significado “natural” (progresar como “mejorar”, evolucionar en sentido positivo en cualquier proceso) y otra relativa a su significado histórico-filosófico (progreso como característica del proceso histórico, es decir, la historia moviéndose inexorablemente en sentido positivo, con independencia de nuestros propósitos particulares). El adjetivo “progresista”, por su parte, se beneficia de la valoración que se adscribe al sustantivo: si el progreso es algo positivo, el progresista estará en lo correcto, y cualquier crítico de sus posiciones estará equivocado, será obtuso, malintencionado, etc. Es bueno tener en cuenta que casi cualquier término del discurso político está distorsionado por toda una tradición de usos interesados, distorsión que se produce de dos modos: difuminando la forma conceptual y dando carga emotiva (positiva o negativa) a la mera palabra (que gana poder de estímulo en la medida
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Filósofos importantes

 Buscando material audiovisual sobre filosofía encuentro unos programas de televisión presentados por un señor José Pablo Feinmann. Elijo un capítulo dedicado a Heidegger títulado "Por qué Heidegger es el filósofo más importante del siglo XX" y la primera frase que emite el presentador es: "Que Heidegger fue el filósofo más importante del siglo XX es absurdo negarlo; nadie lo va a negar". Con esta apertura ya tenemos razón para no seguir prestando atención, pues lo que parece absurdo es justificar algo que se juzga innegable o, casi igual, declarar innegable de entrada algo que se va justificar a continuación dedicándole un programa completo de TV. Lo más triste es que a pesar de todo Feinmann no se ocupa en ningún momento de responder la pregunta que titula su vídeo. Si uno adopta la estrategia argumentativa benevolente de "pase y sírvase", en la cual nos toca a nosotros el trabajo de tomar del discurso del otro los argumentos que justifiquen sus afirmaci

Desacuerdos profundos

El ideal lógico abstrae dimensiones importantes del discurso. Una de ellas es la función de la identidad: buena parte de nuestros ejercicios de comunicación no son una búsqueda desinteresada de la verdad (en la que cada una de las partes pone en juego lo mejor de sus recursos racionales y de sus facultades expresivas) sino una reafirmación personal. Y esta reafirmación no es puramente individual sino, ante todo, social. Los individuos suelen adquirir su valores en su formación como miembros de un grupo, por lo que la forma más habitual de reafirmación se apoya en la pertenencia, no en la estricta individualidad (aquí se entiende bien la protesta de Nietzsche contra cualquier moral "de rebaño"). No es solo que aprendamos los lenguajes dialogando y luego lo usemos para nuestros propósitos individuales. Esto describiría la situación en nuestra cultura hasta cierto punto. Se espera de nosotros que desarrollemos nuestras propias opiniones, puntos de vista, posiciones, hasta cierto

Tomarse en serio la complejidad: el caso de la controversia sobre el aborto

Aquí no pretendo exponer mi posición sobre este tema, sino solamente utilizarlo como ejemplo de un “problema complejo” que solo puede afrontarse de manera analítica, desconfiando de posiciones dogmáticas y soluciones simples.    Si algo caracteriza la controversia en torno al aborto es su complejidad. Para ser más exactos, los elementos que entran en juego en la controversia (conceptos, valores, circunstancias típicas, etc.) forman un entramado complejo. La controversia en sí misma, lamentablemente, tiende a simplificarse en posturas antagónicas en las que hay más vehemencia que análisis; muchos partidarios o detractores del aborto intencional se comportan como si su posición fuera obviamente correcta y las demás fueran absurdas - con la consiguiente descalificación sobre las personas que las sostienen. Lo primero que se debe reconocer es que no todos los problemas tienen una solución única y perfecta y que en asuntos humanos nos vemos constantemente obligados a invertir mucha reflex

Ética y estética

Tratamos de responder a la pregunta: ¿Se puede subordinar la estética a la ética? Los puntos de vista de la ética o la estética están condicionados por valores. Esto significa que tienen en cuenta algo más que lo que las acciones o las cosas son por sí mismas. Por ejemplo, el acto de tocar a alguien es, desde el punto de vista objetivo, un simple movimiento físico, pero dependiendo de las circunstancias sociales y culturales, puede considerarse un gesto insultante, un saludo, una señal de afecto, etc. Algo análogo ocurre con los objetos que pueden ser considerados “bellos”: el objeto puede ser el mismo, pero los patrones de belleza son variables, de manera que ese objeto podrá ser valorado de diferente manera según las culturas, las épocas y los individuos. ¿Se puede subordinar la estética a la ética? Podríamos presentar la pregunta así: ¿puede una cosa ser valorada positivamente desde el punto de vista estético y negativamente desde el punto de vista ético (y a la inversa)? Creo q

Filosofía y competencias

Según las últimas modificaciones legislativas, la Filosofía ya solo sería obligatoria en Bachillerato. En los cursos previos de ESO los alumnos verían una asignatura llamada Educación en Valores Cívicos y Éticos. La paradoja está en que esta asignatura parece presuponer la Filosofía.

La dialéctica

La cantidad y variedad de opiniones extravagantes que han proliferado a propósito de la pandemia nos lleva a preguntarnos qué clase de proceso mental está detrás de ellas. Uno puede conformarse con el dictamen pesimista de que la gente es idiota, pero esto tampoco ayuda mucho y, en general, no es verdad. No se trata de lo que la gente es, sino de lo que hace. O de lo que no hace. Normalmente, cuando decimos idioteces es porque no hemos pensado antes de hablar. Y pensar bien requiere una elaboración más o menos cuidadosa de información e ideas que, desde luego, exige más tiempo que la pura reacción emocional ante las cosas. Esa elaboración toma siempre forma de diálogo, incluso en la reflexión individual. “Pensar” se relaciona con el latín “pendere”, colgar los pesos en una balanza, idea que sirve de metáfora para la operación intelectual de comparar puntos de vista en torno a un tema. Y la dialéctica es, efectivamente, la contraposición de posibilidades relativas a un asunto: hacemos d