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Un apunte sobre la dialéctica y la democracia

De entrada, hay que avisar que NO nos referimos aquí, claro, a la curiosa interpretación marxista del término, sino a la noción original de dialéctica como intercambio discursivo, o sea, no “concreto” o “real” (más allá de la realidad que tienen el pensamiento y sus expresiones). 

Cuando hablamos de la argumentación como la actividad discursiva consistente en “dar razones” la consideramos en tres dimensiones: la lógica, que refiere a la estructura del discurso que sostiene una sola posición (y cuyo valor central es la coherencia); la retórica, que se refiere a los recursos de presentación de cada posición (por ejemplo, la selección del lenguaje, las estrategias pedagógicas o diplomáticas, etc.) que aseguren la aceptación por parte del auditorio; y la dialéctica, esto es, el contexto en el que los puntos de vista se confrontan y del que puede decantarse una posición fundamentada. 

Hay que destacar que la razón es SIEMPRE dialéctica, porque en torno a cualquier problema existen siempre varios posibles puntos de vista, independientemente de que estén representados por diferentes personas o estén siendo barajados en el pensamiento de un solo individuo. El concepto de dialéctica es muy importante porque está en el núcleo de todo proceso de pensamiento. “Pensar” viene del latín “pendere”, colgar los pesos en una balanza, idea que sirve de metáfora para la operación intelectual de comparar puntos de vista. En ese sentido, otra metáfora (y que muestra muy bien la utilidad de las metáforas en las exploraciones filosóficas) es la que reside en el término cogitare, co-agitar las posibilidades buscando una solución o conclusión. 

La democracia es la forma de organización política que se basa en la aceptación de la pluralidad de puntos de vista (a diferencia del fascismo o el comunismo, que uniforman el pensamiento mediante doctrinas y minimizan el debate limitándolo a cuestiones técnicas). Por eso, para que una democracia funcione, es imprescindible una consciencia clara de su estructura dialéctica, tanto de la competencia discursiva de sus políticos como de la calidad crítica de sus votantes y de sus medios de comunicación. 


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