Comentarios sobre filósofos y comentarios filosóficos. Y el humor un tanto despiadado de Borges.
Borges me habla de un artículo que hace años Francisco Romero publicó en Sur, en ese artículo nuestro mayor filósofo llegaba a la conclusión de que las dos operaciones esenciales y tal vez únicas de la actividad humana eran unir y separar. Borges comenta: «Es un presocrático. Tiene todo el pasado por delante».
BORGES: «Un viaje es una serie de incomodidades». BIOY: «Sí, pero son incomodidades que se transforman en buenos recuerdos. No se puede pedir nada más que buenos recuerdos». BORGES: «Es cierto. Hay que pedir un buen pasado. Lo único a que puede un hombre aspirar es a un buen pasado. No: quizá también se pueda aspirar a un buen futuro. Lo que es imposible es un buen presente. El que pide un buen presente no tiene noción de la realidad».
En el velorio, además de José Luis Romero, están Risieri Frondizi, Rosenblat, Losada (padre e hijo), parientes y desconocidos («Esa gente que suministran las pompas fúnebres para animar los velorios», explica Borges).
BORGES: «Ortega y Gasset sigue engrupiendo a medio mundo. La cursilería no lo perjudica. A Lugones, en cambio, no se la perdonan».
BORGES: «La gente dice que la Historia de la filosofía (¡o el Diccionario!) de Ferrater Mora es buena porque en ella figuran las filosofías de España y de la América Latina. Es una idea muy casera: buscan a Francisco Romero y lo encuentran. Es como si se alegraran de encontrar en una enciclopedia de medicina a la Madre María... »
Mientras le leo otro cuento del concurso que sin prisa progresa por disparates, comenta: «Si el autor escribiera ahora etcétera, renunciaría al premio, pero por lo menos daría una prueba de lucidez.
Dice que habría que escribir una novela mundana, de trama complicada y con suspenso, cuyos personajes fueran de psicología delicada, y que en el último capítulo —para mostrar el hartazgo por todo, para mostrar que el autor no se deja embobar por su libro— habría que soltar una manada de chanchos que mataran a todos los personajes.
BORGES: «Piazzolla tocó unos tangos suyos. Madre creía que eran música brasilera, hasta que leyó el título de uno, Lunfardo. Así, la palabra sola, no parece titulo de tango. Tampoco Calambre. El calambre sí, pero él prefiere Calambre. Es un bruto y tan vanidoso... Otro se llama Melancólico Buenos Aires. ¿Te das cuenta, qué animal? No son tangos ni nada. El tango se siente con el cuerpo. Oís un tango y cambiás de postura, te encogés un poco. Él los llama tangos porque si los presentara como simple música los músicos se le vendrían encima; en cambio, como innovador de tangos lo toleran y hasta lo fomentan».
BORGES: «No sé que me ha dado por hacer bromas. Los otros días vinieron a verme a casa unas chicas de un Colegio Nacional. Les dije que Borges había salido y que yo era MujicaLáinez. Les dije eso porque estaba contento, en un impulso por decir disparates. Era un chiste secreto e idiota. Pobres chicas. Tal vez no sabían quién era yo, pero no dudaban de que era un loco».
BIOY: «Quizá el primer escritor de la literatura norteamericana sea Scott Fitzgerald, por encima de Faulkner y de Hemingway». BORGES: «No. ¿Por encima de Frost?». BIOY: «Por encima de Frost». BORGES: «Yo creía que solamente Rest pensaba eso». Recapacita: «Pero solo no lo hubiera pensado. No es capaz de llegar solo a una equivocación tan extraordinaria».
Yates le comunicó: «¿Sabe quién está en Buenos Aires? ¡Anderson Imbert!». Borges le respondió: «Como en Buenos Aires hay varios millones de personas, nos queda la esperanza de no encontrarlo». Me dice: «Yates me miraba desorientado: la respuesta no entraba entre las leyes del juego.»
BORGES: «Leonidas [de Vedia] habló para recibir a Battistessa, y este pronunció su primer discurso. El discurso de recepción duró más de media hora. Yo lo oía con asombro de que en ningún momento Leonidas sintiera la tentación de pensar».
De Romualdo Brughetti dice: «Un colmo de insignificancia, con el inconveniente de su realidad. El título de uno de sus libros es Hay cosas que Duelen».