Ir al contenido principal

17 tweets sobre demagogia

No hay masa sin demagogo ni demagogo sin masa. El vínculo es estrictamente emocional.

Las masas son esencialmente pasivas; sólo pueden propagar las emociones que les induce el demagogo.

Los miembros de una masa no atienden razones; se comunican con consignas y slogans.

La política debe basarse en el logos (la razón) y el ethos (lo ético) nunca en el pathos (la emoción).

Si se quiere una democracia eficiente, debe evitarse a toda costa la formación de auditorios masivos.

El demagogo seduce a la masa con propaganda, pero si la respuesta emocional es muy grande, acaba engañándose él mismo.

Los políticos de la izquierda clásica podían moverse entre la propaganda y la teoría. Hoy el 2º término no existe.

La demagogia es tan o más peligrosa que la dictadura. Algunos países son enfrentados al dilema entre ambos males.

Una propaganda sana consiste en un resumen estilizado de la posición que intenta promover.

Cierta política apela a la provocación por hábito. De este modo, sólo se comunica por lo emocional con un auditorio intelectualmente básico.

¿Cuál es el valor dialéctico de la provocación? Pasar a una confrontación en la que el provocador cree tener mejores posibilidades.

La identidad nacional permite que el individuo gris ingrese en un colectivo glorioso. De allí que el nacionalismo atraiga a tanto bobo.

El sistema ideológico permite argumentaciones muy llamativas que fascinan al partidario ignorante porque no las entiende.

La clave de la conducta narcisista es PARECER. Normalmente debajo de las camisetas y los tatuajes no hay discurso, porque no hay argumentos.

La libertad democrática consiste, como decían los griegos, en que no nos gobiernan hombres, sino leyes.

Si el discurso pierde fuerza argumentativa y sube la carga emotiva, pasa a ser una forma preliminar de la violencia.

El político narcisista actúa buscando el aplauso. Así, es incapaz de funcionar democráticamente; solo atina a la demagogia.


Entradas populares de este blog

Racionalidad instrumental

Más allá de la necesidad metodológica comentada, el individuo sobre el que la ciencia económica contemporánea construye sus modelos exhibe en su comportamiento ciertas características específicas, entre ellas, el tipo de racionalidad que ha dado en llamarse, “racionalidad instrumental”. Según ello, la acción racional consiste en la elección del curso de acción más conveniente para alcanzar los fines que el individuo se propone. El curso de acción más conveniente, a su vez, es aquel que optimiza la relación entre medios y fines, es decir, supone la menor inversión de medios para alcanzar de manera satisfactoria los objetivos prefijados. Este modelo se llama también “consecuencialista”, ya que la racionalidad de la acción se evalúa entre otras cosas por sus resultados. En términos de Elster: “Cuando enfrenta varios cursos de acción la gente suele hacer lo que cree que es probable que tenga el mejor resultado general (…)  La elección racional es instrumental: está guiada por el

La perspectiva lógica de la filosofía

El programa filosófico del positivismo lógico es, sin duda, radical. Según él, las condiciones del discurso con sentido son muy claras: definición de los conceptos y corrección lógico-sintáctica de las proposiciones. Un concepto se define por un conjunto de rasgos que permiten decidir en qué casos singulares se aplica y en qué casos no. A su vez, una proposición sólo tendrá sentido si respeta unas pautas lógicas (por ejemplo, la correspondencia entre tipos de sujetos y tipos de predicados: una persona puede ser honesta y un número puede ser impar, pero predicar honestidad de un número o decir que una persona es par no tiene sentido) y si es verificable, esto es, si hay modo de determinar su verdad o falsedad. Toda proposición con sentido remite en última instancia a proposiciones que se refieren directamente a propiedades observables. Si decimos que París es la capital de Francia, debemos tener claro el concepto de “capital”, debemos constatar que los objetos “París” y “Francia

Lo abstracto y lo concreto

Suele decirse, con matiz peyorativo, que el pensamiento filosófico es muy “abstracto”. Ese matiz tiene dos sentidos: uno, el más común, el de dificultad –lo abstracto es más difícil de entender, se aleja de la intuición–; el otro, el de distorsión o adulteración –la abstracción presenta una versión reducida de las cosas y, por tanto, las falsea. Las dos objeciones son válidas siempre que se pongan en perspectiva. Abstraer no es otra cosa que aislar mentalmente ciertas características particulares de un todo concreto. Y un todo concreto es cualquier objeto individual (un objeto determinado en un espacio y tiempo determinados), cuya individualidad depende, en efecto, de todos los rasgos que concurren para hacerlo único. Ahora bien, enseguida advertimos que lo realmente difícil de pensar no es lo abstracto, sino lo concreto. De hecho, nuestro pensamiento funciona con abstracciones que dan lugar a conceptos que sirven para construir proposiciones con las cuales nos referimos al mundo cuand