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Textos sobre argumentación

El tema de la argumentación es complejo. Digo el 'tema', no tanto el concepto: argumentar es dar razones; las razones por las cuales creemos lo que creemos, hacemos lo que hacemos, o haremos lo que proyectamos hacer (cuando creemos o hacemos algo 'porque sí' es de esperarse que se nos acuse de arbitrarios e irracionales). Un argumento presenta premisas que justifican una conclusión. Esta conclusión es una creencia razonable y no una adquirida por gusto, inclinación, engaño o coacción.

Pero este núcleo conceptual, bastante sencillo, es el centro de una red muy complicada de discusiones teórica e históricamente distantes. Argumentar es algo que tiene que ver con casi cualquier actividad humana, por lo cual los esfuerzos por comprender el fenómeno han surgido una y otra vez dentro de diferentes esferas: la lógica, el derecho, la educación, la política, la teología o la metodología de la ciencia. La teoría de la argumentación es entonces una reflexión tardía (se considera como momento fundacional la aparición en 1958 de las obras de Perelman y Toulmin, La nueva retórica y Los usos de la argumentación, respectivamente) que intenta dar coherencia a lo que se dice desde diferentes disciplinas acerca de la argumentación en diferentes campos.

Hay que tener en cuenta al menos cuatro puntos de vista posibles para el fenómeno argumentativo. Uno es el que podríamos llamar textual, es decir, el argumento como mero sistema de premisas y conclusión, separado de todo contexto, en el cual sólo consideraríamos sus relaciones lógicas (en sentido amplio, no deductivo) internas. Otro es el punto de vista dialéctico: la interacción (discusión, debate, controversia, etc.) en la que se producen argumentos como resultado de una confrontación de dos o más sujetos que sostienen posiciones diferentes en torno a un tema. Una tercera perspectiva es la retórica, dirigida a investigar los medios de persuasión presentes en los argumentos; entendiendo que persuadir a alguien de algo es distinto de mostrarle que eso es razonable (por ejemplo, el político no argumenta dándonos información suficiente que haga razonable votar por él, sino que apela a otros medios discursivos no informativos -emociones de odio-simpatía, patriotismo, etc.- que motivan al votante. Por último, se puede entender la argumentación como parte de la dinámica social, lo que la vincularía a grupos y sistemas ideológicos. Es importante recordar que estos cuatro puntos de vista son abstracciones que separan cuatro aspectos que en las argumentaciones reales se encuentran vinculados: hay una forma expresa del argumento, hay un autor del argumento que se dirige a un público o a un receptor más o menos capaz de respuesta, hay una voluntad de lograr el asentimiento de la otra parte y hay un espacio social e histórico en el que esto ocurre.

Para los interesados en el tema, voy a insertar algunos textos sobre argumentación. Son de diferente procedencia y enfoque, de modo que darán una impresión de collage más bien caótico, pero pueden ofrecer pistas bibliográficas útiles. 

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"Pero las proposiciones se plantean sólo porque son sostenidas por alguien en algún contexto y por alguna razón; y los argumentos se argumentan (excepto, quizás, en lógica o en una clase de debate) sólo porque alguien (en algún contexto y por alguna razón) quiere probar o establecer algo." (Solomon, Nietzsche ad hominem: Perspectivism, personality and ressentiment, 2006, pág. 192)

“El tipo de equilibrio que se requiere de un participante en una discusión crítica implica no sólo cuestionar críticamente los argumentos del oponente, sino también ser capaz de considerar objeciones a sus propios argumentos suspendiendo temporalmente sus compromisos. La duda crítica requiere la suspensión temporal de nuestra actitud proactiva con el propio punto de vista.” (Walton D. , Ad Hominem Arguments, 1998, pág. 231)

“Cuando A argumenta con B, no pretende aumentar el acervo de información de su antagonista, sino desengañarlo de un error; no quiere hacer una contribución al repertorio de hechos y datos de B, sino reformar una creencia o modificar una actitud que B ya tiene. La argumentación, en suma, no es una empresa de instrucción, sino de corrección. Su propósito no es extender el conocimiento, sino reformarlo y purificarlo.” (Douglas Ehninger, Argument as Method: its Nature, its Limitations and its Uses, 1970, pág. 101)

"Una aseveración produce un efecto más fuerte que una argumentación, al menos en la mayoría de las personas: porque la argumentación despierta desconfianza. Esa es la razón por la que los oradores públicos tratan de reafirmar las posiciones de su partido con aseveraciones." (Nietzsche, Humano, demasiado humano, aforismo 295)

"Estamos firmemente convencidos de que las creencias más sólidas son las que no solo se admiten sin prueba alguna, sino que, muy a menudo, ni siquiera se explican.  (Perelman, Ch. y Olbrechts-Tyteca, L., Tratado de la Argumentación, 1989, págs. 33-34)

"El fanatismo es un dogmatismo extremo en el que una posición sistemática o 'visión del mundo' ha sido fijada tan firmemente que no se ha dejado sitio para la argumentación. El fanatismo es una actitud que puede ser identificada con la riña de grupo." (Walton D. , The Place of Emotion in Argument, 1992, págs. 276-277)

"(...) Los individuos con mayores habilidades argumentativas [según un experimento] ven la argumentación como una manera de reducir los conflictos, mientras que aquellos que obtuvieron peores resultados la ven como algo que empeora los desacuerdos. (...) Los prejuicios, necesidades y distorsiones de la gente son útiles para el persuasor perspicaz, pues estos elementos pueden ser usados para hacer pasar decisiones complejas de una manera simple y poco estudiada."  (Dale Hample, Arguing: Exchanging Reasons Face to Face, 2005, pág. 28)

“Una clara medida de la competencia argumentativa de alguien es su habilidad de reconocer cuándo argumentar y cuándo permanecer en silencio” (Hollihan; Baaske, Arguments and Arguing: The Products and Process of Human Decision Making, 2005 , pág. 28)

"...en nuestros países prevalece el hábito social de inhibir el choque de ideas. Lo que ocurre entre nosotros es que prevalecen ideas ‘polares’; ideas que no se hablan entre sí. Y con ello quiero referirme también a partidos políticos, grupos académicos, capillas literarias, universidades, etcétera. En su ‘polaridad’, las ideas no se dignan a confrontarse. Esto crea un ambiente que encuentro a la vez complaciente y bipolar: o bien unas ideas son rechazadas de plano por la tribu opuesta, o bien la tribu acoge y entabla ‘diálogo’ sólo con quien comparte de antemano las suyas.” (Moisés Naím, en entrevista con Ibsen Martínez)

 

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