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Lectura normal

La verdad es que no existe una pauta general para leer, como no la tenemos tampoco para ver películas o contemplar obras de arte. ¿Cuántas veces hay que ver una película? A primera vista puede parecer absurdo hacerlo más de una vez, lo cual en muchos casos es cierto, pero ver ciertas películas varias veces es algo que no sólo es sensato sino que parece incluso necesario. La intuición corriente es que si uno ha visto la película prestando atención, en las siguientes ocasiones no verá nada nuevo, la experiencia será la misma. La película es ofrecida de una manera standard para ser contemplada de una manera standard: tiene una duración de dos horas y no hay repeticiones, y usted no toma notas ni hay pausas para debatir. Hoy podemos ver la película en DVD y repetir escenas o parar para consultar datos en el IMDb o en Wikipedia, pero esto no representa una nueva forma de verla, sino sólo el uso de algunas comodidades que ayudan al espectador distraído o desinformado que no es capaz de recibir el “mensaje” de la manera “prevista”. 

Hay que hacer una advertencia. Al sugerir que no hay una lectura standard no estoy pensando en el hecho de que el receptor de una obra puede hacer con ella lo que quiera. Obviamente, usted puede leer Guerra y Paz con las instrucciones de Rayuela, o usar la Crítica de la razón pura para mantener abierta una ventana; nadie se lo impide, y en muchos casos estas recepciones darán mayor sentido y utilidad a la obra que el que nosotros o cualquiera le hubiéramos dado ateniéndonos al uso regular. Lo que digo es que lo que el autor nos ofrece, normalmente, es un trabajo a medias y nuestra labor de análisis (ateniéndonos al texto y sin hacer experimentos) lo que intenta es vislumbrar una forma de terminarlo.


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Racionalidad instrumental

Más allá de la necesidad metodológica comentada, el individuo sobre el que la ciencia económica contemporánea construye sus modelos exhibe en su comportamiento ciertas características específicas, entre ellas, el tipo de racionalidad que ha dado en llamarse, “racionalidad instrumental”. Según ello, la acción racional consiste en la elección del curso de acción más conveniente para alcanzar los fines que el individuo se propone. El curso de acción más conveniente, a su vez, es aquel que optimiza la relación entre medios y fines, es decir, supone la menor inversión de medios para alcanzar de manera satisfactoria los objetivos prefijados. Este modelo se llama también “consecuencialista”, ya que la racionalidad de la acción se evalúa entre otras cosas por sus resultados. En términos de Elster: “Cuando enfrenta varios cursos de acción la gente suele hacer lo que cree que es probable que tenga el mejor resultado general (…)  La elección racional es instrumental: está guiada por el

La perspectiva lógica de la filosofía

El programa filosófico del positivismo lógico es, sin duda, radical. Según él, las condiciones del discurso con sentido son muy claras: definición de los conceptos y corrección lógico-sintáctica de las proposiciones. Un concepto se define por un conjunto de rasgos que permiten decidir en qué casos singulares se aplica y en qué casos no. A su vez, una proposición sólo tendrá sentido si respeta unas pautas lógicas (por ejemplo, la correspondencia entre tipos de sujetos y tipos de predicados: una persona puede ser honesta y un número puede ser impar, pero predicar honestidad de un número o decir que una persona es par no tiene sentido) y si es verificable, esto es, si hay modo de determinar su verdad o falsedad. Toda proposición con sentido remite en última instancia a proposiciones que se refieren directamente a propiedades observables. Si decimos que París es la capital de Francia, debemos tener claro el concepto de “capital”, debemos constatar que los objetos “París” y “Francia

Lo abstracto y lo concreto

Suele decirse, con matiz peyorativo, que el pensamiento filosófico es muy “abstracto”. Ese matiz tiene dos sentidos: uno, el más común, el de dificultad –lo abstracto es más difícil de entender, se aleja de la intuición–; el otro, el de distorsión o adulteración –la abstracción presenta una versión reducida de las cosas y, por tanto, las falsea. Las dos objeciones son válidas siempre que se pongan en perspectiva. Abstraer no es otra cosa que aislar mentalmente ciertas características particulares de un todo concreto. Y un todo concreto es cualquier objeto individual (un objeto determinado en un espacio y tiempo determinados), cuya individualidad depende, en efecto, de todos los rasgos que concurren para hacerlo único. Ahora bien, enseguida advertimos que lo realmente difícil de pensar no es lo abstracto, sino lo concreto. De hecho, nuestro pensamiento funciona con abstracciones que dan lugar a conceptos que sirven para construir proposiciones con las cuales nos referimos al mundo cuand