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Filosofía y Lógica (II)

La Filosofía, además de emplear la Lógica como herramienta de análisis, del mismo modo que lo hacen otras disciplinas, tiene con ella una relación especial. La Lógica y las Matemáticas han tendido a ser consideradas desde antiguo como algo más que productos mentales; se las ha tenido como formas esenciales de lo real, como principios estructurales del ser. Las relaciones espaciales de un objeto, por ejemplo sus medidas, determinan su forma y, por tanto, determinan que sea ese objeto y no otro. La nota que suena al tocar una cuerda tensa es la misma que se obtiene al tocar una cuerda exactamente la mitad de corta, con una octava de diferencia, lo que constituiría un caso claro de realidad determinada por la relación matemática. En autores como Aristóteles o Hegel, por ejemplo, hay una correlación estrecha entre Lógica y realidad; en el primero, las diferentes maneras de atribuir predicados a un sujeto son también las categorías del ser (su lugar, su tiempo, su estado, su acción, etc.); en el segundo, hay un vínculo real entre el ser y el concepto. Esa tendencia a ver lo ideal como real convierte a la Lógica, obviamente, en algo más que un instrumento. 

La crítica moderna (de hecho, con precedentes medievales) prestará especial atención a esta relación entre lo ideal y lo real, poniendo cada vez más en entredicho las tendencias realistas. Desde Descartes hasta Kant, una filosofía progresivamente más aguda y escéptica irá aclarando la estructura del sujeto en la misma medida en que renunciará a hacer discursos sobre “lo real”, asumiendo la prelación de lo subjetivo a la hora de definir el conocimiento. Nuestro conocimiento es, por decirlo así, sólo una imagen de lo real (y tal vez muy distorsionada).

A principios del s. XX se da una vuelta de tuerca adicional. Nuestro conocimiento del mundo es una imagen lingüística de lo real. Si los clásicos modernos pensaban que la tarea previa de la filosofía era aclarar las condiciones subjetivas del conocimiento (qué y cómo es el sujeto), los filósofos que darán inicio a la corriente analítica se concentran en el lenguaje, esto es, en la instancia objetiva del proceso subjetivo de conocimiento. No podemos estudiar un proceso mental, pero sí podemos analizar el producto lingüístico resultante de ese proceso mental. Para algunos de estos filósofos, la esencia de esa “materia” que usamos para representar lo real o nuestros pensamientos sobre lo real es la Lógica. 


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La perspectiva lógica de la filosofía

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Lo abstracto y lo concreto

Suele decirse, con matiz peyorativo, que el pensamiento filosófico es muy “abstracto”. Ese matiz tiene dos sentidos: uno, el más común, el de dificultad –lo abstracto es más difícil de entender, se aleja de la intuición–; el otro, el de distorsión o adulteración –la abstracción presenta una versión reducida de las cosas y, por tanto, las falsea. Las dos objeciones son válidas siempre que se pongan en perspectiva. Abstraer no es otra cosa que aislar mentalmente ciertas características particulares de un todo concreto. Y un todo concreto es cualquier objeto individual (un objeto determinado en un espacio y tiempo determinados), cuya individualidad depende, en efecto, de todos los rasgos que concurren para hacerlo único. Ahora bien, enseguida advertimos que lo realmente difícil de pensar no es lo abstracto, sino lo concreto. De hecho, nuestro pensamiento funciona con abstracciones que dan lugar a conceptos que sirven para construir proposiciones con las cuales nos referimos al mundo cuand