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Arte

El arte es muchas cosas: decoración de cosas útiles, un medio pedagógico para conmover y enseñar cosas a los analfabetos (buena parte del arte religioso es eso), representación de aquello que interesa recordar (retratos, paisajes), objetos de valor, etc. Las obras de arte contemporáneo son, ante todo, objetos para el cambio y la especulación pero, desde el punto de vista "espiritual", son fundamentalmente chistes, es decir, no pretenden otra cosa que provocar la sorpresa y la sonrisa.
La filosofía solía hacerse preguntas de tipo abstracto sobre la esencia del arte o de la belleza. Teniendo en cuenta que el arte abarca formas tan distantes como la danza, la pintura o el cine, se empieza a sospechar que tales preguntas no tienen sentido. Pretender encontrar lo que los bisontes de Altamira tienen en común con el Chrysler Building parece un poco inútil. Es más productivo, y sigue siendo filosófico, hacerse preguntas concretas: ¿qué es el artista? ¿quién le paga? ¿para qué? ¿dónde se exhibe el arte? Es probable que en el proceso creativo ocurriera algo parecido en los cerebros del pintor de Altamira y del arquitecto van Alen, pero esa coincidencia es menos interesante que las diferencias. Una de las cuestiones básicas está en la intención de la obra.





Esta pintura española del siglo XVII, expuesta en una de las capillas de la catedral de Segovia, tiene un mensaje bastante claro. La Muerte, con la colaboración de un personaje diabólico, intenta derribar un árbol en cuya copa se divierte una humanidad despreocupada, mientras Jesús da la alarma con una campana. Aproximadamente: no podemos vivir de espaldas a Cristo en esta nuestra precaria condición de mortales. Cualquier consideración artística es secundaria, lo importante es educar a un público que necesita consejos, y no "arte". En ese sentido, esta imagen pertenece más específicamente a la historia de la viñeta que a la historia de la pintura; su mayor mérito es la síntesis de elementos para producir UN significado y no una pluralidad de sensaciones estéticas. El cliente de esta clase de trabajos es la Iglesia y su destinatario son feligreses de pocas letras pero seguramente muy sensibles al poder de las imágenes, teniendo en cuenta que viven en un mundo escaso de representaciones, en el que no hay reproducciones, ni carteles, ni murales, y hasta los espejos son objetos de lujo.









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Racionalidad instrumental

Más allá de la necesidad metodológica comentada, el individuo sobre el que la ciencia económica contemporánea construye sus modelos exhibe en su comportamiento ciertas características específicas, entre ellas, el tipo de racionalidad que ha dado en llamarse, “racionalidad instrumental”. Según ello, la acción racional consiste en la elección del curso de acción más conveniente para alcanzar los fines que el individuo se propone. El curso de acción más conveniente, a su vez, es aquel que optimiza la relación entre medios y fines, es decir, supone la menor inversión de medios para alcanzar de manera satisfactoria los objetivos prefijados. Este modelo se llama también “consecuencialista”, ya que la racionalidad de la acción se evalúa entre otras cosas por sus resultados. En términos de Elster: “Cuando enfrenta varios cursos de acción la gente suele hacer lo que cree que es probable que tenga el mejor resultado general (…)  La elección racional es instrumental: está guiada por el

La perspectiva lógica de la filosofía

El programa filosófico del positivismo lógico es, sin duda, radical. Según él, las condiciones del discurso con sentido son muy claras: definición de los conceptos y corrección lógico-sintáctica de las proposiciones. Un concepto se define por un conjunto de rasgos que permiten decidir en qué casos singulares se aplica y en qué casos no. A su vez, una proposición sólo tendrá sentido si respeta unas pautas lógicas (por ejemplo, la correspondencia entre tipos de sujetos y tipos de predicados: una persona puede ser honesta y un número puede ser impar, pero predicar honestidad de un número o decir que una persona es par no tiene sentido) y si es verificable, esto es, si hay modo de determinar su verdad o falsedad. Toda proposición con sentido remite en última instancia a proposiciones que se refieren directamente a propiedades observables. Si decimos que París es la capital de Francia, debemos tener claro el concepto de “capital”, debemos constatar que los objetos “París” y “Francia

Lo abstracto y lo concreto

Suele decirse, con matiz peyorativo, que el pensamiento filosófico es muy “abstracto”. Ese matiz tiene dos sentidos: uno, el más común, el de dificultad –lo abstracto es más difícil de entender, se aleja de la intuición–; el otro, el de distorsión o adulteración –la abstracción presenta una versión reducida de las cosas y, por tanto, las falsea. Las dos objeciones son válidas siempre que se pongan en perspectiva. Abstraer no es otra cosa que aislar mentalmente ciertas características particulares de un todo concreto. Y un todo concreto es cualquier objeto individual (un objeto determinado en un espacio y tiempo determinados), cuya individualidad depende, en efecto, de todos los rasgos que concurren para hacerlo único. Ahora bien, enseguida advertimos que lo realmente difícil de pensar no es lo abstracto, sino lo concreto. De hecho, nuestro pensamiento funciona con abstracciones que dan lugar a conceptos que sirven para construir proposiciones con las cuales nos referimos al mundo cuand